El incierto futuro de los peor formados


Fuente: http://www.levante-emv.com/

Desde que comenzó la crisis económica no han parado de destruirse puestos de trabajo en todos los sectores industriales de la Comunitat. Pero el golpe ha sido mayor para los que menos invirtieron en su formación, lo que puede verse muy claramente en los grupos de población más jóvenes. Mientras unos estudiaban y se formaban con la esperanza de poder lograr un trabajo en su especialidad, otros se dejaron tentar por los cantos de sirena de las por entonces boyantes industrias pesadas, de servicios y, por supuesto, del sector de la construcción.

No fueron pocos los que abandonaron demasiado pronto su formación a cambio de percibir unas ganancias económicas muy superiores . Ahora, han pasado los años y el espejismo de bonanza económica que supuso la burbuja inmobiliaria ha dado paso a un retroceso total hasta un nuevo punto de partida que ha dejado desorientados a los unos y a los otros. No en vano, la Comunidad Valenciana es la segunda región autonómica en número de parados de larga duración (un 55% del total, según el último informe de la patronal de grandes empresas de trabajo temporal) y supera la media nacional de hogares con varios activos en paro (un 30,7%).

Y La situación de los jóvenes es aún peor. Tanto los que estudiaron como los que no lo hicieron se encuentran, en su gran mayoría, peor de lo que estaban antes de empezar el boom económico: sin empleo, dependiendo de sus familias y conocidos para disponer de liquidez económica y con unas perspectivas nada halagüeñas que no han hecho más que dificultarse tras la última reforma laboral del Gobierno. Peor aún es la situación de los trabajadores con edades superiores a los 25 años, muchos de los cuales ahora tienen familia e hijos y se ven acuciados por los impagos de unos bienes adquiridos cuando las cosas marchaban; cuando las hipotecas se firmaban sin tener en cuenta el riesgo implícito de dichas decisiones.

A este respecto, el caso de la Comunitat Valenciana es uno de los más sangrantes de toda España. Según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), son más de 540.000 los parados totales en nuestra comunidad autónoma. La situación se agudiza con los ciudadanos activos menores de 25 años, que superaron el 50% de la tasa de paro en el último cuatrimestre del 2011. Esto significa que de cada cuatro valencianos en esa horquilla de edad, al menos dos son incapaces de conseguir un empleo actualmente (unos 320.000, según estudios del INE).

Sin embargo, las tornas la situación ha cambiado. Aquellos que apostaron por obtener estudios de educación superior están ahora —y por primera vez en la historia de la Comunitat— en mejor disposición para trabajar en cualquier puesto que los que interrumpieron su etapa de aprendizaje para hacer fortuna con la burbuja inmobiliaria. Al menos, eso es lo que indica un reciente estudio publicado por la Fundación de Estudios de Economía Aplicada y realizado por los catedráticos de economía laboral y organización industrial Florentino Felgueroso y Luis Garicano.

En el análisis muestran la existencia de una relación directamente proporcional entre las personas más formadas y sus posibilidades de entrar a trabajar frente a los menos cualificados en la misma situación de paro. También destacan que de los más de 2,7 millones de personas que han perdido su trabajo desde el inicio de la crisis, un 80% de ellos mostraba un bajo nivel educativo que no superaba la ESO. «Casi tres millones de nuestros parados tienen un nivel educativo bajo (el 56%), y de estos sólo algo más de la mitad (el 55%) tiene el título de ESO», afirman estos expertos.

En el informe también se destaca que en España hay «casi unos 10 millones de personas activas con un escaso bagaje educativo»; una formación que parece a todas luces insuficiente para abordar el «cambio de modelo productivo» que Felgueroso y Garicano proponen como necesario en otro análisis publicado el pasado mes de enero en el magazín de la Fedea. Por el contrario, los españoles con estudios universitarios y de Formación Profesional superiores, han aguantado mejor el envite e incluso aumentaron a 107.000 su número de contratos el pasado año. Pero ésta es una de las pocas cifras positivas que aporta el estudio.

Y es que los autores descubren que, pese a que la construcción ha sido uno de los principales factores que inflaron la demanda laboral hasta cotas inasumibles (el sector ocupó a más de dos millones y medio en 2007), no fue el único que asumió una excesiva oferta de trabajo poco cualificada. De las 82 actividades económicas reconocidas en la Clasificación Nacional de Actividades con un volumen de empleo superior a los 5.000 asalariados, resaltan que el número de personas con menor historial formativo ha caído en 66 de ellas, mientras que el de las personas mejor formadas se desplomó sólo en 40 de esas más de 80 actividades listadas.

Volver a las aulas para reciclarse
La relación parece clara: las actividades económicas que, como la construcción, los servicios o las manufacturas, crearon muchos puestos de trabajo exprés pero generaron escaso valor añadido, ahora han arrastrado con su desplome a gran parte de los trabajadores escasamente formados que apostaron por trabajar en ellas. Frente a este nuevo panorama, sólo les queda reconducir su carrera profesional estudiando nuevas especialidades o sacándose títulos que no obtuvieron en su etapa escolar previa.

Tal es el caso de Ignacio C., un valenciano de 27 años que optó por trabajar como mano de obra en la construcción antes de cumplir los 19 y que ahora ha comenzado de nuevo a estudiar porque no logra reubicarse. «Llevo más de dos años parado, la construcción ya no me da para comer. Desde entonces he conseguido un par de empleos temporales para ir tirando, pero la hipoteca y los impuestos siguen subiendo mientras que yo y mi pareja vivimos de lo que gana ella de cajera y de mis prestaciones sociales». «Queríamos tener un hijo», señala, «pero se me acaba el paro y tal cual están las cosas toca esperar». No cabe duda de que los planes de este ex obrero han cambiado mucho: «Ahora estoy tratando de obtener una titulación profesional en instalación de telecomunicaciones, que me han dicho que tiene buenas salidas si hay suerte», sentencia esperanzado Ignacio. Un poco mejor es la situación de Alba T., una licenciada en ciencias jurídicas que, a sus 25 años, ha logrado finalmente acceder a su primer puesto indefinido como asistente dentro de un bufete de abogados. «La verdad es que ahora estoy bastante contenta», confiesa. «Han sido bastantes años dando tumbos y haciendo tantas horas como el resto sólo que cobrando como una becaria. Ahora puedo empezar a trabajar en mi especialidad. Mi contrato no llega a los 1.000 euros, pero no tengo a nadie a quien mantener y puede que alquile un piso para poder independizarme por fin». Son dos caras de una misma moneda. Dos testimonios que muestran a las claras que las presentes dificultades también se pueden afrontar con positividad y buscando soluciones centradas en la formación.

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